Cuando me parcaté del destellante
verde eléctrico del despertador, me asusté. Las 8:43, sin ningún ruido, después de haberme dormido rallando las tres de la mañana, no estaba mal.
No me quise levantar. Porque la cama estaba
tibia, porque algo
olía a tranquilidad, y porque desde mi cama y sin mis lentes, los
colores se me revolvían con destreza en la botella y el frasquito de cristal junto a mi cama. "Que bonitos" pensé.
Me bañé,
me vestí... y me senté junto a la ventana a ver si
se me pagaba algo de
amarillo.Sí se me pegó.
2 comentarios:
Tuvimos un domingo parecido
No lo sé, quizá. ¡A ver cuándo nos conocemos!
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