12 de noviembre de 2006

Domingo

Cuando me parcaté del destellante verde eléctrico del despertador, me asusté. Las 8:43, sin ningún ruido, después de haberme dormido rallando las tres de la mañana, no estaba mal. No me quise levantar. Porque la cama estaba tibia, porque algo olía a tranquilidad, y porque desde mi cama y sin mis lentes, los colores se me revolvían con destreza en la botella y el frasquito de cristal junto a mi cama. "Que bonitos" pensé.

Me bañé, me vestí... y me senté junto a la ventana a ver si se me pagaba algo de amarillo.

Sí se me pegó.

2 comentarios:

X dijo...

Tuvimos un domingo parecido

X dijo...

No lo sé, quizá. ¡A ver cuándo nos conocemos!