La servidora es una mesera que nos atiende en un lugar imaginario, pero muy acogedor.
luz de luna, luz de estrellas, luz de luciérnagas, luz de sus ojos, luz de la bombilla. Mucha luz ^^
Romanticamente mi pareja imaginaria toma un imaginario tenedor, cargado con un imaginario guisado de un colorido totalmente imaginario (que quede claro que todo es imaginario) , y me lo acerca a la boca. Con mirada de boba enamorada despego mis dientitos y le doy una mordida al aire imaginario, al aire porque el muso ha cambiado de opinión y de dirección. Le ensarta el tenedor en el ojo a la camarera, que es igual de imaginaria.
- Joven- dice la camarera con una poco imaginaria felicidad; y poco porque fue turbada por la impertinencia imaginaria de mi imaginario acompañante - que desea tomar?
- No lo sé - dice el muso aún sorprendido de su acción - que nos recomienda?
- Que tienen?- digo, para que la mujer no olvide mi presencia y no nos ponga nada malo en la bebida.
- Todo lo que usted se pueda imaginar...
- Entonces traigame a mi una margarita colada - digo mirando el menú que imagino que aparece entre mis manos.
- Y al señor?
- Prudencia en las rocas - imagino que dice. Pero no lo dice, porque le di libre albeldrío.
- Wisky con algo - dice esta vez él mismo.
La señorita se va, dejando manchas imaginarias por mi habitación, la cual habia imaginado un acogedor sitio bajo las nubes y estrellas.
- Espero que esa mancha se quite...- le murmuro al muso por debajo de la mesa. (tengo la facultad de hablar por los pies)
- Siempre pasa...- dice de la misma manera, pero algo bajo por culpa de sus zapatos cerrados.
La señorita vuelve, aún con el tenedor ensartado en el ojo, pero con dos recipientes extrabagantes en la charola que sostiene con la mano derecha. Deja los vasos y discute un momento con nuestros cabellos.
- Vallamonos, nos quiere matar...- le digo al muso en clave morse con el tenedor y la cuchara.
- No seas absurda, si nos mata, no habría propina - Responde él entre señales de humo con la servilleta.
- Quiero postre- Le confieso tirándole el salero sobre su plato.
- Yo igual- dice haciendo un reguero de pimienta.
Pedimos a la mujer un postre de galletas de chocolate y malvaviscos, y algo para derretirlos. Ella vuelve con una hornilla pequeña y un demonio entre las llamas.
- Hay que dejar propina- Le digo duramente, picandole las mejillas con la varita de los malvaviscos.
- Está bien, y cuanto hay que dejar?- dice urgandose la cartera.
- Todo lo que podamos imaginar...
28 de enero de 2005
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