Aquella película que no vi, pero de la cual escuché muchas cosas, parece tener casi las dimenciones de las profecías de Nostradamus. "el día despues de hoy", o de mañana, no recuerdo.
Al último paraiso lo aislaron lentamente,
para que se lo comieran las olas en el ayer presente.
Fué un fúrico lenguetazo de amargura,
que en la tristeza y desventura no encontró solución alguna.
Fue la catástrofe la que nos clavó los pies en la tierra para no huir. Fué ella, con su rimel corrido de tanto llorarnos y las uñas gastadas de rascarnos la conciencia. Nos comió, la muy vil. Nos comió el último rayito de luna y los primeros del sol de la mañana. Nos acabó las vacaciones, y las ventas de fin de semana; los amores de verano y sus secuelas en otoño, invierno y primavera.
Arrancó las casitas, las ventanas, los faroles y hasta los sueños infantiles pintados a suspiros en las paredes. Se fué el aire, y se nos llenó de espesa atmósfera la caja toráxica.
Despertamos rezados, como en ceremonias medio paganas, medio escolásticas y medio orientales; como si de verdad hubieramos muerto. Sirenas nos hicimos, simbolizadas en lámparas relucientes que se iban al lugar al que ya no iríamos por cuidar a los peces que se habían metido en nuestros jarrones, en los vasos y en los zapatos desocupados; Peces de colores, que no tenían nido alguno. Corales nos invadieron los jardines, y las calles se ensuciaron de conchas nacaradas que contenían tesoros que no podíamos robar.
Y en los charcos en que viviamos, seguía exhalandose el nauseabundo olor de muerte que nadie lograba entender. ¿quién estaba allá arriba que se descomponía a manos de la sal de sus entrañas? Algún olvidado que no soportó sus zapatos mojados.
13 de enero de 2005
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