Su mano buscó la mía en la d i s t a n c i a, con la intención de balancearlas sobre un fondo de arena salada y pedacitos de conchas multicolores, pero yo me encogí. Me aprisioné a mi misma como a quien el frio le cala hasta los huesos y fruncí la nariz para acomodarme las gafas de sol.
- Qué te sucede? - Preguntó paciente, sereno y dulce. Un tono irreconocible. Yo le sonreí con una lluvia de nostalgias coleccionadas, de las cuales, después de tanto tiempo, no sabría decir cuales eran mías, si las había comprado, robado o encontrado; ni menos aún cuales eran suyas.
- No me quiero mojar - Dije con un tono casual, respondiendo a cualquier pregunta, solucionando cualquier problema y al mismo tiempo huyendole a cuanto pudiera alcanzarme - Hará bastante frío en un rato.
Soltó un silencio corto y dos largos que me arrugaron el vestido al prenderse de él como cangrejos trasparentes y nos arrullaron mientras nos quedábamos parados mirando al sol amarillo ahogándose en el agua azul. Yo escuchaba a una mejor amiga gritarle a las olas, desafiando a cupido y quejarse de la sal que se le pegaba al cuerpo. Estaba lejos, muy lejos y jugando a las escondidas con la fuerza enigmática e incomprensible que ahora irradiaba el muso. Estiró su mano de nuevo, esta vez para rodearme con un brazo firme e inexistente. Huí, y él se rió con tono de quien todo lo sabe.
- A donde te muevas, la marea sube - Me advirtió burlón mientras yo le daba la espalda y me dirijía entre pedacitos de mosaicos de colores hasta un banco de hierbas. - Tienes algo. No me quieres?
- Ya no quieres que te quiera - Le reproché - Y no sé qué hacer.
- Y hay que moverse sin ton ni son para saber qué hacer? - Dijo burlesco, dándole la espalda a un horizonte de nubes rosas.
- No me quiero mojar - Repetí convencida, y al instante sentí el frio repentino e inevitable de un mar tornasolado que no termina en el horizonte y unos encajes de espuma blanca se me pegaron a las pantorrillas. Me sentí ultrajada, absolutamente sorprendida y molesta de cierta manera.
- Qué te dije? A donde te muevas, chamaca. La marea sube.
25 de enero de 2009
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5 comentarios:
¡Ohh! T_T
Te va a seguir siempre.
Son naranjas, las nubes en el atardecer son naranjas. Lo que pasa es que eres mujer y no lo entiendes.
no se aceptan machistas ¬¬
Oh, defienda su blog gomita. El color del atardecer es como tú lo quieras ver. ^^
Algunas veces se ven verdes.
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