recordando a los olvidados

Los pocos días que tengo aquí he terminado por hacerme adicta al Mario Galaxy (eso que apenas y puedo usar el estúpido control). Enciendo rara vez la computadora, y si no veo a nadie conectado, la apago. Doy vueltas. Tomo café y veo amigas de antes, que me cuentan de ex-compañeras con bebés y cirugías que las hacen irreconocibles y preciosas.

En casa todos tienen su vida, incluidas mis hermanas, que han crecido y ya no quieren ir conmigo al cine para ver caricaturas. Mi madre tiene trabajo, y mi padre siempre lo ha tenido.

Ya no me encuentro gente en la calle, porque ya no sé si esos nadies son gente. Culiacán está lleno de desconocidos que llenan los Starbucks y las calles. El camino a mi casa se enredó destrullendo un semáforo y haciendo un distribuidor vial que en realidad es un nudo muy util que un día va a hacer perderme y terminar en otra ciudad. O no sé... creo que ya estoy en otra ciudad.

Pero otras cosas parecen no cambiar. Como tu cara en mis sueños, aunque la mía si ha cambiado bastante. Vuelvo a pensar en ti, reprochándome a mi misma por ello. Los sueños que me invades ya no son angustiosos, sino azules claros y llenos de una frescura antes inpensable. Creo que tú ya no eres tú, aunque nunca lo fuiste. Pero realmente te pienso... mucho, y creo que no siento nada negativo, para mi sorpresa. Hasta te besé en un sueño! (y nunca había pasado, aunque no lo creas). Creo que leeras esto... y que seguiré pensando en ti, cuando sepa que lo leiste. Pero hay algo que te prometo: Puede que no haya rencor ya, pero no habrá perdón nunca. Porque para perdonarte, tego que olvidar, y si olvido temo repetir o temo esta vez conocerte.