10 de febrero de 2007

Antes del amanecer

Nos observamos sin poder reclamarnos, uno sentado junto-frente al otro en el bordecito de la fuente redonda como sus pupilas. En la fuente entre el D, el E y el F, nos habíamos reservado una dimensión, por lo menos hoy... para contar las esperanzas moribundas de las estrellas fugaces que había estado el muso recolectando desde su partida para formarnos un escenario de nostalgia luminosa. Nuestra nostalgia luminosa, que con el alba guardábamos en botellitas de vodka o de tequila por si no nos volvíamos a ver.

El muso tomaba té, una mezcla de astromelias lenínidas y canela que le daban un tono metálico cobrizo al ebullente líquido de su taza de litro y 3/4. Yo tomaba café, según la costumbre, para que me oparacara los sentimientos y me hiciera pesada el alma con su sabor de lastre de madera; y sí que necesitaba el café.

- Deja de moverte con la música - Me pidió el muso, observando el disturbio de colores que ocacionaban mis pestañas al moverse, al mismo tiempo que me amenazaba con el cadaver de una estrella fugaz entre las manos.

- No puedo. Con todos los vacíos que siento, lo último que puedo hacer es dejar de moverme - Respondí, balanceando alegremente mis zapatillas plateadas al compas de mis pestañas.

- No encuentro el fin. Mejor te vendría recuperar tus alas y guardarte los batidillos de colores para los amaneceres de primaveras.

- No entiendes el fin? - Reclamé. El muso negó con la cabeza, soltando la estrella que llevaba en sus manos y dirigiéndola con un soplido hasta mi nariz, en donde aquella formación irreal de aparente laminilla de cristal y consistencia de burbuja de jabón se quebró en miles de brillos dorados que me iluminaron la mirada, se me pegaron a las pestañas y acompletaron el resplandor de mi bufanda morada con plateado. - Es elemental, mi querido muso - Agregué dandole de manera interesante un sorbo a mi café - Es que desde hace algún tiempo siento vacios irremediables en diversas partes de mi estructura física, como la masa de un pastel a la que le dejaron aire por dentro al vertirlo en el molde.

- Insisto en que no encuentro punto de unión - Se quejó de nuevo.

- Descubrí que si me muevo acomodo lo que tengo adentro y el aire se me viene a la cabeza. - Dije señalándome los oidos - y de vez en cuando me salen mariposas por las orejas, con alas tornasoladas, de tanto aire que me queda.

- Tornasoladas!! será lo que hace el subconciente?- Dijo sarcásticamente.- que tú tiraste tus alas a la trituradora para que se hicieran pedacitos luminosos que pegar en la ventana?

- No, supongo que es por todo ese papel celofan tornasol que perdí en algún lugar de mi memoria, y es lo único que encuentran.- Confecé con cierto rubor en las mejillas- Además... es muy durable, aún no lo olvido.

- Increíble que no olvides... - Dijo pausadamente mirando el horizonte. - Jugaste anoche cartas.

- Lo sé- Respondí sonriendole a las nubes que formaban ribetes abajo del infinito - Pero no se me calló nunca, creo que hice trampa mental.

- Trampa mental?

- Siempre quise que se me callera, y sé que nunca pasa lo que quiero... - Admití resignada.

- Entonces me gustaría mucho que empezaras a desear olvidarme más seguido y recordarle siempre! - Dijo en tono de reclamo, dándole una mordida a una estrella.

- A veces le extraño, y otras veces te extraño a ti.- Dije tristemente.

- Es una lástima, sobretodo considerando que a la primera persona que deberías extrañar es a ti. - Sentenció, mientras el alba disolvía nuestras estrellas, sus colores y mis imaginaciones.

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